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La mitología japonesa cuenta que los primeros dioses decidieron crear a dos seres divinos, un dios llamado Izanagi y una diosa llamada Izanami. Estos seres divinos fueron los encargados de crear numerosas islas y más dioses que poco a poco llegarían a formar la tierra en la que vivimos actualmente.
Izanagi e Izanami tuvieron mucha descendencia, pero cuando la diosa engendró a Kagutsuchi (dios del fuego) pereció. Izanagi estaba totalmente desconsolado, amaba por encima de cualquier cosa a su esposa y no soportaba la idea de pasar el resto de sus días alejado de su mujer. Este fue el principal motivo por el que decidió viajar a Yomi (la tierra de los muertos).
Pronto llego al lugar donde se suponía que la encontraría, un sitio que al parecer no se diferenciaba del mundo terrenal nada más que por la absoluta y perpetua oscuridad. A pesar de la similitud con el exterior Izanagi comenzó a sentirse mal, echaba demasiado de menos la luz y los placeres terrenales.
Definitivamente ese lugar no estaba hecho para él. Se apresuró entonces a encontrar a Izanami y cuando la encontró le suplicó que volviera con él a la vida en la tierra. Izanami en respuesta escupió a su pareja, de esta forma quería indicarle que ya era demasiado tarde. Ella no quería moverse de Yomi, estaba bien allí y se había acostumbrado a la eterna oscuridad.
Izanagi de ninguna de las maneras pretendía aceptar la negativa de Izanami, así que continuó con su lucha por convencer a su esposa. Finalmente la diosa accedió pero antes suplicó a su dios que le permitiera dormir durante un rato sin entrar en sus aposentos. El nervioso dios no pudo soportar más tiempo en la oscuridad, necesitaba ver a su esposa, sentirla, tocarla.
Así pues, decidió entrar mientras esta dormía y encendió un peine como si fuera una antorcha. La visión que tuvo a continuación dejó completamente espantado al dios. Ella estaba completamente deformada, su carne estaba descompuesta, llena de gusanos. Sin duda alguna una imagen que dejó totalmente asqueado al dios que decidió salir corriendo del mundo de los muertos.
Izanami despertó y al ver el rechazo en la cara de su amado enfureció de manera violenta. Se dispuso a perseguirlo por todo Yomi con el único fin de matarlo. A esta persecución se sumaron las Shikomes salvajes o mujeres asquerosas, pero Izanami lanzó rápidamente su gorro transformándolo en uvas negras que frenaron de alguna forma el paso de estas, no obstante siguieron avanzando.
Ante el fracaso de su ataque, Izanami decidió lanzar su peine que se transformó en brotes de bambú parece ser que esto frenó a las Shikomes, no obstante, comenzaron a seguirle más seres horribles de Yomi. El dios comenzó a orinar en un árbol creando un río enorme pero de nada sirvió, posteriormente lanzó melocotones que tampoco sirvieron para detener la persecución pero lo ayudaron a llegar más lejos.
Izanagi llego exhausto a la puerta que separaba el mundo de los muertos del mundo terrenal, cruzó el umbral y cerró fuertemente la roca que los separaba. Ante tal desenlace Izanami gritó desgarradamente detrás del obstáculo, maldijo a su marido y le anunció que si no dejaba que saliera mataría todos los días a 1.000 hombres. Izanagi se enfureció con las declaraciones de su mujer y sentenció que si ella hacía eso él daría vida a 1.500 hombres al día. De esta forma fue como comenzó a extenderse la muerte por la tierra.