Hoy mostramos como por medio del cómic para mostrar ejemplos de estereotipos profesionales, familiares, sociales y nacionales, con el objeto de poner al descubierto cómo en este lenguaje se transmiten también clichés que si bien son tomados
del mundo de la calle, aquí son reforzados y van progresivamente interiorizándose. La historieta cómica es, por ello, también, como la televisión, el cine o la prensa, un medio de transmisión de estereotipos que penetran fácilmente en la mente de los niños y niñas.
Las aplicaciones didácticas del cómic en la escuela han sido suficientemente tratadas en distintas obras y por distintos autores. Lo que hemos querido aportar es parte de un trabajo que ya muchos autores han tratado. No es, pues, el momento de hacer historia del cómic, o de hablar de los formatos, encuadres, cartelas, de los recursos para conectar las
viñetas, la expresión, el fenómeno cinético, los ideogramas, las onomatopeyas… o cualesquiera otras circunstancias que concurren en las historietas y que tienen un enorme potencial didáctico.
Sí que podría resultar interesante observar el trasfondo que, con el ánimo de simplificar y de acercamiento al lector, se ha
difundido tradicionalmente a través de la historieta. Veamos algunos de ellos, a título de ejemplo:
Estereotipos familiares:
Madre: A veces es presentada como egoísta y dominante.
Padre: Hombre excesivamente bonachón, al que los hijos toman el pelo.
Suegra: La clásica de la literatura popular, gruñona y dominante.
Hermanos: Eternos rivales.
Cuñado: (por parte de la esposa): holgazán crónico que vive a costa del marido de la hermana.
Tío y tía: Persona rica de la que los sobrinos intentan heredar a toda costa. Generalmente se localiza en el extranjero: Sudamérica.
Esposa: Domina al marido, poco inteligente y cultivada. Sólo aspira a que el marido le pague las facturas.
Marido: Es el pagano por excelencia. Nose encuentra satisfecho del hogar, porque la esposa le hace la vida imposible. Busca continuamente la ocasión para escaparse con los amigos.
Abuelo: «Demodé», aconsejando siempre a los nietos, que no les hacen caso. A veces son mitómanos.
Estereotipos profesionales:
Portera: Mujer curiosa y entrometida por antonomasia.
Peluquero: Parlanchín incorregible.
Ladrón: Caracterizado por el vestido, de una manera peculiar: camisa a rayas y gorra. El estereotipo oscila entre el caco simpático y el ladrón repulsivo.
Cazador: Sin puntería. Casi siempre mata a sus perros.
Árbitros de fútbol: Chivos expiatorios de las iras del pueblo y de los jugadores.
Metereólogo: El hombre que siempre yerra.
Oficinista: Oprimido siempre por los jefes y escaso de recursos económicos, aunque intenta salvar las apariencias. Su única ilusión es lograr un aumento de sueldo y trabajar lo menos posible.
Unas veces consigue esto último, pero por lo general se halla agobiado de trabajo. En algunas ocasiones adopta la táctica de la adulación. En general, es un hombre explotado y vitalmente fracasado.
Jefe de negociado o gerente: Absolutista, tiránico, inhumano y vanidoso. Intenta, a toda costa, explotar al máximo a sus empleados y que éstos le adulen. Agresivo, llegando incluso a la violencia física. Da la impresión de que vive en la época de los faraones.
Sirvienta: No corresponde a la imagen actual. Generalmente se describe como astuta y destructora de vajilla. Guarda una vinculación familiar con sus señores.
Mayordomo: Es el estereotipo de Bautista: aparentemente distinguido, pero ladrón de los puros y de las bebidas de su señor.
Artista: Melenudo, fumador de pipa y pobre de solemnidad, a no ser que se dedique a pintar modelos viejas pero ricas, a las que hay que favorecer.
Científico: Es el despistado por antonomasia y poco práctico.
Médico: Pasa minutas excesivas a sus pacientes; cuando es un psiquiatra, está además, bastante trastornado.
Militar: Vanidoso de las apariencias externas (medallas, uniforme, desfiles).
Autoridades: Generalmente opresores y de un estatus económico muy elevado. Cuando se trata de pequeñas autoridades, como los guardias, se les describe como violentos y absolutistas.
Actores y actrices: Muy vanidosos.
Comerciante: Es muy hábil en sus negocios e intenta ganar lo más posible por medios lícitos o ilícitos.
Secretaria: Utiliza siempre su sex-appeal para atraer al jefe.
Estereotipos sociales:
Ricos: Son generalmente nuevos ricos: Ignorantes, exhibicionistas.
Hija de familia bien: Niña tonta que vegeta a costa de sus padres y que sólo piensa en casarse.
Turista: Estrafalario a la hora de vestir.
Ama de casa: Abandona sus labores domésticas por atender a ciertos entretenimientos, como presenciar la televisión o escuchar seriales radiofónicos.
Clase media: Continuamente sacrificada y con aspiraciones, casi siempre frustradas, a mejorar su situación.
Hombre de pueblo: Ignorante y ansioso de adaptarse a la vida urbana.
Ciudad: Extraordinariamente tecnificada. La vida en ella es muy dura.
Estereotipos nacionales y sociales:
Negros: Siempre antropófagos, salvajes, aunque utilizan los adelantos de la civilización occidental.
Judíos: Avaros.
Norteamericanos: Individuos excéntricos e ingenuos.
Ingleses: Flemáticos y bebedores de whisky.
Gitanos: Ladrones y nada amantes del trabajo.
Estereotipos culturales:
La familia: Se compone de un gran número de elementos (padre, madre, numerosos hijos, abuelo, abuela, etc.). Muy unida bajo el condominio de ambos, pero con especificación de funciones. En este sentido se trata de una imagen constructiva.
El arte: Es algo improductivo que los nuevos ricos usan para aumentar su prestigio social.
La ciencia: Produce casi siempre resultados poco prácticos.
El trabajo: Se considera como una maldición bíblica.
Medios de comunicación de masas: Se les considera absorbentes, de baja calidad. El poseer un receptor de televisor es símbolo de riqueza.
La mujer: No ejerce ninguna profesión, sino de sirvienta o mecanógrafa. Superficialmente caprichosa y poco culta; vanidosa en su exterior y preocupada por el qué dirán.
La juventud: Sólo preocupados por el rock & roll, pero sin tendencias delictivas.
Referencias
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RODRÍGUEZ DIÉGUEZ, J.L. (1978): Las funciones de laimagen en la enseñanza. Semántica y didáctica. Barcelona,
Gustavo Gili.
ROLLÁN, M. y SASTRE, E. (1986): El cómic en la escuela. Aplicaciones didácticas. Valladolid, ICE de la Universidad.