Según cuenta la mitología japonesa el único responsable de lostsunamisque han asolado la isla durante su historia esAmemasu. Este ser era lo que comúnmente se conoce comoYokai, un Yokai con forma de ballena y con unas medidas descomunales. Éste vivía en el entonces lago Mashu, bloqueando con su cuerpo la entrada de las aguas del Pacífico.
Cuenta la leyenda que hace miles y miles de años, un precioso y delicado ciervo bebía de las mansas aguas del entonces lagoMashu. Sin más, el Yokai Amemasu salió a la superficie con las fauces abiertas para engullir a dicho cervatillo. Tenía tanta ansia por comérselo que se olvidó de masticarlo, por tanto, el ciervo entró en su estomago vivo.
Al parecer, el cervatillo lloró dentro del animal unas lágrimas tan puras que destrozaron el estomago de Amemasu. Su poderoso llanto abrió un agujero en la tripa de la ballena matando a la misma y permitiendo salir al animal cautivo.
Un pájaro que pasaba por allí observó atónito eltrágico final de Amemasu. Voló raudo a las aldeas más cercanas para contar a los habitantes lo que había pasado, y avisándoles por tanto de que seguramente el bloqueo de las aguas podría terminar inundando todas sus casas.
De las aldeas que fueron avisadas los único que decidieron refugiarse en las montañas fueron los Ainu, el resto acudieron para ver el cuerpo del Yokai muerto. Una vez llegaron al lugar decidieron comerse su cuerpo, sin guardar por tanto ningún respeto a Amemasu. Cuenta la leyenda que una vez terminaron de comerse a la ballena, las aguas se liberaron y comenzaron a inundar todas las aldeas matando por tanto a todos sus habitantes.
Los Ainus, fueron los únicos sobrevivientes, perduraron durante millones de años y cuentan que cada vez que un tsunami afecta a la isla se debe a la ira de Amemasu, dios de las aguas japonesas, en venganza de todos los atroces crímenes que se cometen contra los animales marítimos. Sin embargo, a pesar de los numerosos tsunamis que han asolado Japón, la aldea de los Ainu, nunca ha sufrido las terribles consecuencias de uno de éstos.
Un hombre ya viejo estaba haciendo su paseo habitual por las montañas para recoger leña cuando de pronto se encontró con un gorrión herido que pedía ayuda. Sintiendo lástima por la pobre criatura, el hombre se lo llevó a casa y le dio arroz para intentar que se recuperara. La mujer del anciano, mala y avariciosa como ella sola, se molestó al ver que su marido desperdiciaba la valiosa comida que tenían en un animal. Sin embargo, el viejo siguió cuidando del pajarillo.
El hombre tuvo que volver un día a la montaña y dejó al gorrión a cargo de la vieja, quien por supuesto no tenía ninguna intención de alimentarlo. Después de que su marido se marchara, ella salió a pescar. Mientras estaba fuera, el gorrión encontró una rendija en el saco y se comió todo el arroz que había dentro. Cuando volvió y descubrió el festín que se había dado el pájaro, la vieja se enfadó tanto que le cortó la lengua y lo envió de vuelta a la montaña de donde vino.
Su esposo se enteró de la historia y salió en busca del gorrión. Con la ayuda de otros gorriones, consiguió avanzar por el bosque hasta llegar a una cañada de bambú donde se encontraba la posada de los gorriones. Una multitud de pajarillos le dio la bienvenida y le acompañaron hasta el compañero al que había salvado. Los demás pajarillos de la posada le llevaron comida y cantaron y bailaron en su honor. Cuando el anciano se despidió, le dejaron escoger entre una cesta grande y otra pequeña como regalo por su ayuda. Eligió la más pequeña, pensando que como era viejo le sería más fácil de llevar. Cuando llegó a casa, abrió la cesta y se encontró un gran tesoro en su interior.
La vieja, al saber que había una cesta más grande, corrió a la posada esperando conseguir un tesoro aún mayor para ella. Obligó a los gorriones a entregársela, pero éstos le advirtieron que no debía abrirla hasta llegar a casa. Sin embargo, su avaricia era tan grande que no pudo resistir la tentación de abrirla por el camino y, para su sorpresa, descubrió que la caja estaba llena de ogros, serpientes y otros monstruos que la asustaron tanto que se despeñó montaña abajo.
Existe una leyenda japonesa en la cual si creas mil grullas de papel en origami podrás hacer realidad cualquier deseo, la grulla es considerada en Japón el símbolo de la paz como aquí es la paloma.
En el momento de la explosión del 6 de agosto de 1945, Sadako tenía tan solo dos años y se encontraba en su casa ubicada a tan solo 1,7 km de la zona cero de la deflagración. Dado que la vivienda se incendió del mismo modo que todas las construcciones situadas en un radio de dos kilómetros, su familia tuvo que refugiarse en la casa de un familiar en Miyoshi, aunque por suerte, todos ellos lograron salir ilesos del bombardeo.
Dos años después pudieron comenzar a hacer vida normal e incluso abrieron una nueva barbería en la ciudad. Por su parte, Sadako se matriculó unos años más tarde en laEscuela Primaria de Nobori-choy no tardó en destacar en atletismo. Su sueño era llegar a ser profesora de educación física, pero en noviembre de 1954 se empezó a encontrar mal y poco después le aparecieron una serie de puntos negros alrededor del cuello. Éstos derivaron en una hinchazón y a finales de enero le salieron una serie de manchas moradas que comenzaron a reproducirse en su pierna izquierda. Es entonces cuando le diagnosticaron leucemia, la« enfermedad de la bomba A», en elHospital de la Cruz Roja de Hiroshimajunto con el peor de los diagnósticos: le quedaba como mucho un año de vida. El 21 de febrero la ingresaron en ese mismo hospital.
En un día de tantos su amiga Chizucho le comento la leyenda de las mil grullas de papel, y es que según la leyenda si construyes mil grullas de papel en origami podrás hacer realidad cualquier deseo que tengas en el corazón.
Es así que Sadako desde ese día quiso curarse haciendo mil grullas en origami con sus propias manos, los días pasaron y poco a poco las grullas adornaban su rincón en el hospital, cuando había terminado de hacer la grulla numero 644 Sadako cerró los ojos para nunca más abrirlos, murió en octubre de 1955 y aun le faltaban muchas grullas para lograr su deseo.
Sin embargo todos sus amigos y conocidos se conmovieron por la misión que Sadako se había propuesto así que simbólicamente completaron las mil grullas de papel para que el mundo tuviera esperanza, conociera esta historia y haya paz entre los pueblos.
Pasaron tres años de su muerte cuando la ciudad de Hiroshima le dedico una escultura de ella con una grulla en su mano, fue ubicada en el Parque de la Paz de Hiroshima y cada 6 de agosto en el Día de la Paz los niños cuelgan grullas en el monumento de Sadako para transmitir el mensaje de paz al mundo.
Suzano, hermano de la Diosa del Sol Amaterasu, viajaba cerca del río Hinokami en la provincia de Izumo cuando se encontró con la hija de una pareja mayor que lloraban desconsolados.
Suzano preguntó que ocurría, cuando los padres de la joven contestaron que era la última de las ocho hijas que debían de ofrecerle a un terrible dragón de Koshi, y les apenaba de sobremanera perderla, pues cada año el dragón había secuestrado una por una a las demás hermanas…y devorado.
La bestia voladora en cuestión era tan enorme que su cuerpo se extendía por ocho montañas y ocho valles, y los árboles y musgos sobresalían de su escabroso escondrijo. Tenía ocho cabezas retorcidas, con ojos tan rojos como cerezas en invierno en cada una, y un vientre repulsivamente inflamado.
Ningún mortal podía vencer al monstruo, pero Susano era algo más que un mortal. A cambio de obtener matrimonio con Kushinada-Hime, (princesa), prometió matar al dragón.
Suzano transformó a su futura novia Kushinada en un peine inocuo que escondió en su pelo, Susano ordenó a sus padres que prepararan una gran cantidad de sake bien potente y lo colocaran en ocho cubas cuando estuviese listo. Luego contruyó una empalizada alta, atravesada por ocho puertas, detrás de las puertas había un banco largo y en cada uno, una cuba de sake. Una vez quedó preparado, Suzano y los padres de Kushinada se escondieron a esperar al dragon.
El delicioso aroma del sake fue un cebo efectivo, ya que el dragón fue atraído a probar el atractivo líquido tras las puertas. Cada una de sus ocho cabezas se bebieron rápidamente una cuba de sake, y rápidamente, el dragón acabó excesivamente ebrio, tanto que se hundió en el suelo borracho de estupor.
Suzano aprovechó el momento para salir de su escondite y blandir su espada mandoble hacia el cielo, y cortó la bestia en una infinidad de fragmentos.
Así termino la vida del dragón de Koshi. Suzano empezó su nueva vida con su esposa Kushinada, y también con una nueva espada, pues en el interior de una de las colas del dragón, Suzano halló una cuchilla afilada maravillosa, la kusa-nagi-no-tachi o espada de dragón que disipaba las hierbas, que después dio a su hermana diosa del Sol.
Hace muchos y muchos años, vivía Urashima en una isla del Japón. Era el único hijo de un matrimonio de pescadores muy pobres cuyas únicas pertenencias eran una red, una pequeña barca y una casita cerca de la playa. Pese a ser tan pobres, los padres de Urashima querían mucho a su hijo, un muchacho sencillo y muy bueno.
Un día, cuando Urashima volvía de pescar vió como unos niños estaban pegando a una enorme tortuga. En ese momento Urashima se enfadó muchísimo y fue hacía los chicos para reprenderlos y salvar la tortuga. Cuando acabó de hablar con los niños y estos se fueron cabizbajos, cogió la tortuga y la llevó al mar. Cuando vió que la tortuga reaccionaba al contacto con el agua y se podía mover y nadar, regreso a casa la mar de contento.
Al cabo de un tiempo, Urashima se fue a pescar. Todo estaba tranquilo en el mar y Urasima tiraba al agua y recogía su red con entusiasmo. Una de las veces, al subir la red vio que estaba la tortuga que el había echado al mar unos días antes. Ésta le dijo: “Urashima, el gran señor de los mares se ha maravillado con la buena acción que hiciste conmigo, y me ha enviado para que te conduzca a su palacio. Además te quiere dar la mano de su hija, la hermosa princesa Otohime”. Urashima accedió gustoso y juntos se fueron mar adentro, hasta que llegaron a Riugú, la ciudad del reino del mar. Era maravillosa. Sus casas eran de esmeralda y los tejidos de oro; el suelo estaba cubierto de perlas y grandes árboles de coral daban sombra en los jardines; sus hojas eran de nácar y sus frutos de las más bellas pedrería.
Urashima se casó con Otohime, la hija del rey del mar, y pasaron una semana de una felicidad completa. Pero al cabo de esos días, Urashima pensó que sus padre debían de estar preocupados por él, y decidió subir a la superficie para decirles que se encontraba bien y que se había casado. Otohime comprendió a su marido, y dio un pequeña caja de laca atada con un cordón de seda. Cuando se la dio, le dijo que si quería volver a verla no la abriera.
Cuando Urashima llegó al pueblo, todo había cambiado, ya no reconocía ni las casas ni a las personas. Y cuando busco la casita de sus padres sólo vio un gran edificio en el que nadie sabía nada de unos ancianos. Finalmente, un señor viajo, viendo la desesperación de Urashima empezó a recordar y le explicó que no lo recordaba muy bien, porque había pasado mucho tiempo atrás, pero que recordaba a su madre explicarle la desdichada suerte de un par de ancianitos cuyo único hijo salió a pescar y no regresó jamás. Urashima empezó a comprender: mientras vivió en la ciudad del mar había perdido la noción del tiempo. Lo que le había parecido sólo unos cuantos días habían sido más de cien años.
Se dirigió a la playa, y sin saber que hacer abrió la caja que le había dado su mujer. Al instante un viento frío salió de la caja y envolvió a Urashima. Éste recordó lo que le había dicho su mujer pero de pronto se sintió muy cansado, sus cabellos se volvieron blancos y cayó al suelo. Cuando a la mañana siguiente fueron los muchachos a bañarse, vieron tendido en la arena a un anciano sin vida. Era Urashima que había muerto de viejo.
Tener mala memoria y no pensar en las consecuencias de tus acciones te puede traer muchos problemas. Problemas como los que le pasaron a Urashima, un pescador japonés.
Hace muchos miles de años, un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios duendes para hacer una travesura.
Uno de ellos dijo:
– Pronto serán creados los humanos, serán una perfecta obra divina, deberíamos quitarles algo pero … ¿qué?
Después de mucho pensar, uno dijo:
– ¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser en dónde esconderla para que no la puedan encontrar.
Propuso el primero:
– Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.
A lo que inmediatamente repuso otro:
– No, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno ya todos sabrán dónde está.
Luego propuso otro:
– Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Y otro contestó:
– No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará.
Uno más intervino y dijo:
– Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.
Y le dijeron:
– No, recuerda que les han dado inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que puedan viajar a otros países y la van a encontrar, y entonces todos tendrán felicidad.
El último de ellos era un duende que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás duendes.
Analizó cada una de ellas y entonces dijo:
– Creo saber dónde ponerla para que realmente les cueste muchísimo trabajo encontrarla …
Los duendes, asombrados preguntaron al unísono:
– ¿Dónde?
El duende respondió:
– La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera que algunos nunca llegarán a encontrarla …
La felicidad se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día(autor desconocido)